Yoga, Zen y atención plena.
Aqui puedes encontrar imagenes,sentires cotidianos, textos y algunas recomendaciones sobre temas tales como: la practica cotiadiana de yoga, la meditacion zen, la presencia en cada acto cotidiano, y recorridos neuronales diferentes a los aprendidos.
lunes, 2 de septiembre de 2024
Un dia en la vida de Lili.
varias tomas de la vida diaria. como por ej. darle la comida a los pajaros, darle el alimento a las mascotas, tomar el sol en las mañanas acompañada de un jugo de mandarian recien hecho por ella misma, meditar zazen en la mañana y en la tarde, salir al pueblo a comprar lo del almuerzo y desayunar donde luzelvy, sentarse a hacer una figura de origami, sentarse a tejer una nueva mochila, ir a clase de telar con lina, alimentar las lombrices,ir al rio felidia y bañarse en soledad, trasplantar plantulas, regar las plantas, ver un buen documental, hacer el taller de escritura terapeutica, ver un album de fotografias, rastrillar las hojas del cipres, hacer floreros sencillos con flores de la casita, bajar a cali a dar clase de yoga terapeutico a sus alumnas mayores, ir a la galeria alameda a comprar la comida de las mascotas y de ella.
sábado, 10 de diciembre de 2022
LA VUELTA A CASA: EL REGRESO A SÍ MISMA
¿Qué es el ansia de hogar? Es el instinto de volver, de ir al lugar recordado. Es la capacidad de encontrar tanto de día como de noche el propio hogar. Todas sabemos cómo regresar a casa. Por mucho tiempo que haya transcurrido, sabemos encontrar el camino. Caminamos de noche cruzando tierras extrañas y tribus desconocidas sin ningún mapa, preguntando a los viejos personajes que encontramos por el camino: «¿Por dónde se va?»
La respuesta exacta a la pregunta «¿Dónde está el hogar» es más complicada, pero se trata en cierto modo de un lugar interior, de un lugar del tiempo más que del espacio, en el que una mujer se siente entera. El hogar está allí donde un pensamiento o un sentimiento se puede conservar sin que se interrumpa o nos sea arrebatado porque otra cosa exige nuestro tiempo y nuestra atención...
...Los vehículos que utilizan las mujeres para regresar a casa son muchos: la música, el arte, el bosque, la espuma del mar, el amanecer, la soledad. Todos ellos nos conducen al nutritivo mundo interior del hogar que posee sus propias ideas, su orden y su sustento...
...Allí no sólo hay tiempo para meditar sino también para aprender y descubrir lo olvidado, lo abandonado, lo enterrado. Allí podemos imaginar el futuro y examinar los mapas de las cicatrices de la psique, averiguar sus causas y adónde iremos a continuación...
...Para algunas, el hogar es el inicio de una actividad. Algunas vuelven a cantar tras haberse pasado varios años sin encontrar ninguna razón para hacerlo. Se entregan al aprendizaje de algo que llevaban mucho tiempo deseando aprender. Buscan personas y cosas perdidas de sus vidas. Recuperan la voz y escriben. Descansan. Hacen suyo un rincón del mundo. Toman grandes o extremas decisiones. Hacen algo que deja huella.
Para algunas mujeres el hogar es un bosque, un desierto, un mar. En realidad el hogar es holográfico. Se desarrolla en toda su plenitud incluso en un solo árbol, un solo cacto del escaparate de una tienda, un estanque de serenas aguas. Se desarrolla también en toda su potencia en una amarilla hoja caída sobre el asfalto, una roja maceta de arcilla que espera la plantación de una raíz o una gota de agua sobre su tierra. Cuando una mujer se concentra con los ojos del alma, ve el hogar en muchísimos lugares.
🌲🐺
Clarissa Pinkola Estés 🙏🧡
Mujeres que corren con los lobos (Capítulo 9)
miércoles, 23 de marzo de 2022
bondades de la poesia
La mirada poética puede resemantizar y por tanto sublimar todo lo que observa hasta lograr la proeza de que lo que antes parecía una trivialidad ahora resulte una antología de la inteligencia humana, o una maravilla de la naturaleza. Compartiré una breve sucesión de ejemplos. Abrir un grifo y que salga agua. Pulsar un botón y que unas ondas electromagnéticas calienten líquido o alimentos. Tostar una rebanada de pan que acompañará a un café humeante mientras por la ventana se cuela un amanecer de un rojo somnoliento. Bajar a la calle y contemplar en las hacinadas aceras la biodiversidad humana y el armónico entrelazamiento de interdependencias opacadas por su propia ubicuidad. Subirte a un coche y alcanzar una velocidad insuperable para cualquier animal. Hablar con una persona y entenderla y que te entienda gracias a una pluralidad de sonidos semánticos que se exilian de la boca y se refugian en los tímpanos, y que llamamos lenguaje. Entrar en un edificio atestado de personas y hacerlo tranquilamente porque un ordenamiento jurídico y una infraestructura cívica custodian que la vida sea respetada y pueda desplegarse sin sobresaltos al lado de la de los demás.
parte de un escrito de Jose M. Valle.
lunes, 20 de julio de 2020
El árbol invisible.
“Hoy me gusta la vida mucho menos / pero siempre me gusta vivir, ya lo decía”. Estos versos son del peruano César Vallejo, y los recuerdo porque ellos resumen, a pesar de haber sido escritos en los años 30 del siglo pasado, lo que muchos estamos experimentando
Al comienzo de esta cuarentena media humanidad se dedicó a hacer pan, a comprar el maíz y hacer Arepas caseras y, además a desempolvar la receta de nuestros parientes que en otro tiempo dedicaron parte de su hermosa vida a cuidar el paladar de sus hijas e hijos y demás.
Con tal ahínco nos metimos a La Cocina, que en todos los supermercados del mundo se acabó la levadura. En las redes sociales comenzó a surgir la necesidad de aprender sobre huertas y jardines, a menudo se veían fotos de lechugas,cilantro y otras hierbas en los balcones. La gente se pasaba el dato de dónde aprender y encontrar los ingredientes, con la misma premura con que los venezolanos se pasan la voz, en tiempos de escasez, sobre dónde encontrar mantequilla, huevos o harina para hacer arepas. Siempre me pareció curiosa esa elección, la de hacer huertos caseros y... pan, tortas de zapallo,zanahoria y banano en casa. Tan curiosa como la de correr a comprar grandes volúmenes de papel higiénico.
Todas las labores muy significativas. Hacer Huertas,pan,Arepas y tortas cuando empezó el confinamiento obligatorio, esto significó mucho más que no tener que ir a las panaderías. Fue, creo, la concreción del deseo de ver en esa reclusión forzada una oportunidad: la de hacer cosas que nunca hicimos. Pero la elección parecía entrañar, además, un elemento simbólico: un regreso a lo esencial, a lo básico, a lo que todas, si queremos, podemos hacer con nuestras manos.
Una opción que reemplazaba la avidez de la sociedad de consumo aunque fuera por unas semanas. De alguna manera, también, era como recuperar la noción de hogar, una palabra que no sólo significa casa sino “sitio donde se hace la lumbre en las cocinas”. En el hogar, al fuego, se hace la hogaza, del latín focacia y de cius, cocido al fuego.
Hacer pan y otras labores ha sido una manera de darle sentido al paréntesis obligatorio de la pandemia. Entre esas cosas manuales está también escribir,pintar, redecorar la casa, desempolvar cuadros y fotos guardadas por años. Labores Manuales y corporales, porque también se escribe con todo el cuerpo. Y, por supuesto, espirituales: el hacer, se une con la vida reflexiva. Todo eso sucedió porque pensamos que duraría dos, tres meses. Después del desconcierto nos preparamos para resistir con estoicismo, y lo aliviamos, también, con un poco de humor. Las redes se llenaron de memes.
Pero luego ha estado llegando el cansancio, la necesidad del abrazo, del beso, de la presencia para reírnos a carcajadas del aburrimiento de lo mismo, dándonos cuenta que la comunicación por redes y las clases y conferencias por zoom o Google Meet no son suficientes ni plenas.
Ahora estamos teniendo la percepción del confinamiento como un tiempo que se prolonga sin esperanza. Para no hablar del miedo, de las noticias que sofocan especialmente a la gente mayor, dolor de saber que en este mismo momento hay muchos que están muriendo asfixiados, en la más aterradora soledad. Y que también nosotros podemos morir.
En Alguna parte leí que...
domingo, 14 de junio de 2020
La ola es el mar
Cuando observamos el océano vemos que cada ola tiene un principio y un final.
Una ola puede compararse con otras olas, y podemos calificarla de más o menos bella, más alta o más baja, o más o menos duradera. Pero si observamos más a fondo descubrimos que la ola está hecha de agua.
Aunque lleve la existencia de una ola, vive también la vida del agua. Sería triste que la ola no supiera que es agua. Pensaría: «Algún día tendré que morir. Este período de tiempo es la duración de mi vida y cuando llegue a la orilla regresaré al no-ser». Estas ideas pueden provocar en la ola miedo y ansiedad. Si la ola quiere ser libre y feliz, se desprende de los conceptos del yo, la persona, el ser vivo y la duración de la vida.
Una ola puede reconocerse por los signos: alta o baja, naciendo o desapareciendo, bella o fea.
Pero en el mundo del agua no hay signos. En el mundo de la verdad relativa, la ola se siente feliz al crecer y se siente feliz al caer.
Pero cuando la ola percibe su verdadera naturaleza —que es el agua— todos sus complejos desaparecen y trasciende el nacimiento y la muerte.
La liberación es la capacidad de ir del mundo de los signos al de la verdadera naturaleza. Necesitamos el mundo relativo de la ola, pero para gozar de una verdadera paz y alegría, necesitamos también sentir el agua, la base de nuestro ser. No deberíamos permitir que la verdad relativa nos aprisione y nos impida sentir la verdad absoluta. Al observar profundamente la verdad relativa, comprendemos la verdad absoluta. La verdad relativa y la absoluta se ínter-abrazan. Ambas verdades tienen un valor.
miércoles, 27 de mayo de 2020
Yoga y meditación entre rejas
MEDITACIÓN ENTRE REJAS. ELAINE MACLNNES. MAESTRA ZEN.
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Elaine Maclnnes con Yamada Koun Rôshi |
Elaine Maclnnes nació en 1924 en la ciudad de Moncton, provincia marítima de New Brunswick, Canadá. Estudió violín y más tarde fue profesora en el Conservatorio de Calgary. Se unió a la Orquesta Sinfónica de esta ciudad durante cinco años.
Su prometido murió durante la Segunda Guerra Mundial. Elaine ingresó en la comunidad de las Misioneras de Nuestra Señora y se hizo monja en 1961.
Ese mismo año viajó a Japón, su primer destino misionero. Conoció al jesuita Hugo Enomiya-Lassalle, que estudiaba y practicaba zen. La hermana Elaine tenía cierta curiosidad sobre el zen y decidió que si el padre Lassalle estaba practicando: "Tenía que estar bien". https://satsangzaragoza.blogspot.com/2014/09/enomiya-lassalle.html
Poco después se unió a una orden de monjas budistas de la escuela rinzai del templo Enkoji, en Kyoto, donde vivió durante ocho años. Más tarde, el padre Lassalle le presentó a Yamada Koun Rôshi. La hermana Elaine logró el kensho durante su segundo sesshin con él. Continuó sus estudios zen con Yamada Rôshi, de quien recibió la transmisión y el título de maestra zen con el nombre de Ko-un An (Nube brillante).
https://satsangzaragoza.blogspot.com/2020/05/yamada-koun-roshi-maestro-zen-japones.html
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Enomiya Lassalle |
https://satsangzaragoza.blogspot.com/2020/05/yamada-koun-roshi-maestro-zen-japones.html
En 1976 la hermana Elaine fue destinada por su congregación a Filipinas durante los peores años de la dictadura de Ferdinand Marcos. Fue a través de su trabajo abriendo un centro Zen para la Iglesia Católica en Manila que terminó enseñando meditación en la cárcel a prisioneros políticos. Su trabajo en las cárceles se convertiría en su vocación.
En 1992, la hermana Elaine fue invitada a convertirse en directora del Prison Phoenix Trust en Oxford, Reino Unido, cuyo mecenas es el actor inglés Jeremy Irons. Estableció una red de profesores de yoga y meditación que trabajan en centros penitenciarios en todo el Reino Unido e Irlanda, enseñando yoga y meditación a los presos que voluntariamente asisten a las clases. La idea detrás de Prison Trust es que el espacio de una celda de prisión puede convertirse en un lugar de práctica, no muy diferente de la celda de un monje.
Cuando regresó a Canadá, decidió establecer una organización similar aquí. Se llama Liberando el espíritu humano y ha logrado colocar instructores de yoga y meditación en las cárceles de todo Canadá. .
El actor ganador del Oscar Jeremy Irons describe a su amiga y mentora canadiense Hermana Elaine Maclnnes, una monja católica y maestra zen, como una de las personas más sin prejuicios que ha tenido la fortuna de conocer.
Mi antiguo maestro zen en Japón, Yamada Koun Rôshi, solía decir que “todos nacen para ser místicos”.
Las cárceles no son lugares tranquilos. No son lugares positivos. Las cárceles son lugares terribles. Y estar en una habitación, en un silencio que los prisioneros se han creado, es simplemente mágico.
Vi a la gente cambiar mucho. Ver a alguien convertirse de un convicto enojado en prisión en alguien más humano, suave y amable, es un pequeño milagro en sí mismo.
No estás separado de ellos (los presos). Ve a ellos y en esa unidad haz lo que puedas para ayudar.
Elaine Maclnnes
Zen catholic nun Sister Elaine Maclnnes (activar subtítulos en español):
martes, 12 de mayo de 2020
Siri Husveht
Manhattan, la tienda por departamentos Bloomingdale’s, 1979. En el baño, mientras nadie mira, una modelo de piso se ha internado a leer, aborrecida por aquel trabajo que la conduce a pasearse ceremoniosamente como un maniquí en movimiento; como una plácida aparición que viste la ropa que será vendida a damas estupendas. Es su manera de subsistir y costear la existencia en Nueva York.
Ese trabajo –lo ha confesado esa misma mujer décadas después– fue algo breve y odioso. La entonces veinteañera pudo ensayar ese papel por la bendición de tener una figura larga, espléndida, espigada; por ser una rubia con facciones angulares. Hastiada de esa obligación para procurarse un cuarto propio, ella leía. Trataba de mantener viva la fantasía de una experiencia urbana. Su corazón, criado en la modestia y la aridez montañera de paisajes pastorales, había estado puesto fija y nítidamente en irse a Nueva York a resolverlo todo escribiendo.
Esa muchacha repelida por el modelaje, que sorteaba modos de existir en Manhattan para perseguir un oficio históricamente asociado a la penuria, es la escritora norteamericana Siri Hustvedt, quien a finales de mayo pasado fue merecedora del Premio Princesa de Asturias de las Letras.
Hustvedt es autora de un libro de poemas, siete novelas y seis obras de ficción. En marzo vio la luz su más reciente novela, Recuerdos del futuro. Y como revelan sus retratos y las fotografías en blanco y negro que anuncian el reciente reconocimiento, también es una mujer resueltamente bella. Elvira Lindo argumentaba alguna vez que la fijación en la apariencia de las mujeres viene cargada de espinas limitantes, pero que también había constricción en no reconocer la belleza en alguien. Mencionaba a Hustvedt en aquel texto
Pero a Hustvedt poco o nada le ha interesado ser imagen. Mucho antes del fervor contemporáneo del autorregistro, ya pensaba que ser bella es una especie de performance involuntario que cobra claridad con la conciencia de su propia dimensión visual; con las miradas de los otros en las calles, con que los hombres, al conversarle, insistieran en mirarla y no en escucharla.
En Recuerdos del futuro escribe: “Él era uno de muchos, y los muchos han sido mezclados en mi mente para convertirse en uno, un tipo de hombre que he encontrado una y otra vez, un hombre, joven o mayor, cuyos ojos se apartaban continuamente de mi rostro a partes de abajo, un hombre que hablaba y hablaba y hablaba y que no me hacía preguntas, un hombre servicial y sonriente, un hombre conocedor que por motivos que me desconcertaban parecía creer que yo era incompetente en todos los asuntos, grandes y pequeños, un hombre que, al final de la noche, cuando arriesgaba una cena en una irreprimible esperanza de compañía y quizá amor, era todo manos y saliva y necesidades urgentes y quien, aquí, de nuevo, tenía que ser empujado a la fuerza”.
Esa subjetividad, ese interés en las ideas, en no querer ser imagen y aún así estar irónicamente condenada por su apariencia, exacerban no solo su belleza escandinava, sino además una especificidad autobiográfica: Hustvedt está casada hace 38 años con el escritor Paul Auster.
A los varones que escriben rara vez se les pregunta por su esposa, o cómo logran balancear las variables entre escribir, pensar, ser esposo y padre. Un periodista chileno insistió alguna vez en que Auster necesariamente tenía que ser el responsable de que Hustvedt desplegara un conocimiento alarmantemente especializado en asuntos de neurociencia y psicoanálisis. Una admiradora le preguntó en una carta si no había apartes de El mundo deslumbrante (2014) que habían sido escritos por Auster. La persistencia de esas preguntas, que surgen solo por el hecho de que es mujer, han desconcertado una y otra vez a Hustvedt, pero su reacción no ha sido iracunda ni febril. En su caso, la indignación suele más bien convertirse en series de excursiones inquisitivas; heridas, sí, pero sobre todo ávidas de transformar y comprender.
En El mundo deslumbrante, por ejemplo, Hustvedt escribe un bricolaje de narrativas en primera y tercera persona que cuentan la historia de Harriet Burden, una mujer que, pasados los sesenta años, se convierte en la viuda de un centelleante marchante de arte en la escena de Manhattan, y cuya propia obra artística había estado persistentemente relegada. Decide entonces invitar a tres artistas masculinos y reconocidos a operar como sus autores fantasmas. Solo entonces, bajo esos nombres masculinos, se le concede un ligero reconocimiento a su trabajo. “Me dio la impresión de que ella sentía que su feminidad, su cuerpo y su tamaño habían interferido de algún modo en su vida”, escribe la voz de la hija de Harry en esta novela sobre prejuicios inconscientes.
En la obra de Hustvedt abundan las vidas oníricas vivaces, obras de arte detalladamente descritas, series de cajas y habitaciones, viajes a otros tiempos. Como pensadora, tiende puentes entre ciencia y arte, neurociencia y teorías de la percepción, psiquiatría y filosofía. Muchos de sus personajes femeninos, como Harry en El mundo deslumbrante, o Iris en Los ojos vendados (1992), exploran la posibilidad de vestirse masculinamente, literal o figurativamente, para comprobar si, de hecho, un envoltorio distinto tiene consecuencias y efectos distintos en relación con los otros. De allí que en su obra se cuestionen informada y cerebralmente los significados de aquello que se ha codificado como masculino y femenino.
Su desinterés en ser ella imagen es irónico ante la consciencia aguda de la carga que lleva lo femenino como objeto en la tradición pictórica de Occidente. De allí que uno de sus títulos recientes y más provocadores sea La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres (2016).
La dualidad es otro tema en su geografía intelectual: el intersticio singular entre humanidades y ciencias, la oscilación entre la crianza estadounidense y el linaje noruego, la exploración recurrente entre las orillas de feminidad y masculinidad.
La radiante escritora que publica bajo el seudónimo de Elena Ferrante afirmó que “la historia femenina, contada con mayor destreza, significativamente amplificada y sin remordimientos, es lo que ahora debe asumir poder”. La obra de Hustvedt es una representación de eso, de una subjetividad femenina que, entre la memoria y la ficción, se ha encargado también de explorar las divisiones del ser. En sus libros, Hustvedt ha escrito como hombre y como mujer, ha pincelado destellos de su propia vitalidad, de la escritora-casada-con-escritor, de la mujer alerta de determinados prejuicios. Ha dicho que, al cruzar el umbral de los sesenta años, ha experimentado cierto alivio al no sentirse deseable y fértil, como liberada de esa carga. “Como escribo obras de ficción y de no ficción, y tengo interés en la neurobiología y la filosofía (disciplinas que siguen siendo predominantemente masculinas), en mi propia obra personifico la división entre lo masculino y lo femenino, lo serio y lo no tan serio, lo duro y lo delicado”.
“Ha dicho que, al cruzar el umbral de los sesenta años, ha experimentado cierto alivio al no sentirse deseable y fértil, como liberada de esa carga”
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