El
milagro del Yoga y la relajación consciente en prisión
El poder transformador del Yoga no se limita a las
clases. Surge allí donde se practique, incluso en las condiciones menos
favorables, para asombro incluso de quienes lo conocen bien. Es la esencia del
Yoga.
Es miércoles, 5 a.m.…y las fuerzas flaquean. El
martes ha sido intenso, 5 sesiones de yoga, sobrepasando mis limites, teniendo
en cuenta mis 54 años. El cuerpo pide cama y el espíritu silencio. Afuera hace
frío, no llega aun el sol… Todo llama a
quedarse quieta… Los y las internas esperan… Salgo con Samuel, mona, mecato y
zángano a dar la vuelta de rutina diaria. Me voy hasta la ducha… siento el fuego ardiente, la
fuerza de la disciplina, y la certeza que me lleva a lo que busco. Termino de
arreglarme, desenredo las cadenas del garaje y salgo con el pichirilo rumbo a la casa de La Tati, con
quien me iré a la cárcel en Jamundi.
En el camino hacia la cárcel, nos topamos con Don
Luis y sus vacas. Le encargamos la leche para de vuelta recogerla y hacer
nuestro queso casero semanal. Le grito desde lejos: don Luis….déjele mas
lechita al ternero!!!!
Llego al centro penitenciario, tropiezo con la
“burocracia” y las dificultades de seguridad propias para entrar, para congregar a los alumnos,
para comenzar a tiempo… Me centro en la respiración para comprender y evitar
discutir.
El discurso mental me invita a dejar esta actividad
que cuesta tanto energéticamente mantener, y dejar de luchar con los
Dragoniantes, los cuales tiene poco o nada de interés y no facilitan la labor
de sacar a los internos de los patios.
Solo cuando
me topo con los ojos de los primeros internos, de las mujeres con su sabana y
veo su alegría, su mano extendida, su ansiedad por salir y recibirme, me empuja
desde el corazón y me empuja a seguir, a vencer los obstáculos. Lo consigo, una
vez más…
Las
alumnas acuden: ¡¡¡Sorpresa!!!! Hoy son todas nuevas. La clase preparada no
sirve… Comienzan las dudas… Observo a las participantes para buscar la mejor
adaptación posible. Una de ellas es italiana, le pregunto a Ana Fausti. Que
haces aquí? Me contesta con su lechera en la boca: mi maleta salió positiva! Y
punto. los ojos le brillan y sonríe. La
otra alumna está muy agitada, tiene una piyama
hermosa de satín. Otra mas joven se me acerca y me dice si algunos de
estos movimientos sirven para el sexo. Yo le contesto que claro, y ella
alegremente se incorpora al grupo. Son más o menos 40 alumnas.
Fluye la armonía
Me
parece difícil ajustar algo que pueda captar sus mentes dispersas y no sé si
seré capaz de construir frases comunes con un lenguaje extremadamente simple.
La confianza en el Yoga es mi único sustento. Comenzamos la clase de pie, movimientos simples asociados a
la respiración, mantener la presencia en la acción, en el instante, eliminar
todo lo accesorio…
Estiramos
brazos y piernas y comenzamos posturas dinámicas y sostenidas como la montaña,
la pinza y el estiramiento de la columna en
4 apoyos. Observación del
resultado… Alargar espiración… Han pasado 10 minutos. Todas las fluctuaciones
mentales se han detenido, las caras se han
relajado, fluye una armonía
Entre
todas, se desparrama: ¡el milagro del Yoga! Estoy asistiendo
en primera fila a ver un milagro de transformación a través de esta práctica
oriental milenaria. Dirigida a la
esencia del ser humano, veo como las clases sociales, la cultura, las ataduras
superficiales, no suponen un obstáculo para el avance. Esas grandes murallas
que se elevan en la vida ordinaria que hemos creado y que incluso
producen crisis y guerras, se desvanecen como sombras cuando nos dirigimos a la
esencia, a la diana a la que apunta el Yoga.
Sigo la clase con gran emoción. Al terminar, las
alumnas sonríen, me rodean y de forma espontánea dicen: “¡Que bueno es esto!,
¡qué energía seño!”, cuando vuelve?
Esto
es solo una pequeña narración de lo que
verdaderamente ocurre con uno de
los grupos de Yoga en la Prisión de Jamundi. Cada 8 días asisto a presenciar un milagro
desde un palco de primera. Me doy cuenta
cómo caen los preconceptos y me
aferro cada vez más al Yoga como la esencia de la transformación que da
lugar a un nuevo sentir, formado por seres humanos donde las crisis
serán siempre oportunidades.
Salgo
de ese lugar rebosante de energía, de alegría, con lagrimas de gozo y plenitud.
Liliana
Posso.