Siempre he sentido que hay una semilla latiendo
y guardada que espera infinitamente por nacer y ser…, a veces más de lo que yo
quisiera.
He visto germinar semillas mías muchas veces, un proyecto, una
intención, un buen momento, una aventura, he visto florecer proyectos
individuales, proyectos de los otros, he visto florecer a mis amigos, a mis
hijas, a mis sueños.
Poco a poco fui teniendo una habitación
propia como Virginia Woolf, una tarea, una misión se fue haciendo consciente y
llenándome de gozo, vi como a veces florecieron aspectos míos que no
hubiese querido ver allí donde ocurrieron, a veces hice todos los procesos
pertinentes para llegar a la meta y cuando todo estaba a punto pasó algo y se
acabó, a veces fui a mirar mi huerta un millar de veces y no salía, no brotaba,
no salió nunca lo que había sembrado, y me fui, y cuando alguna vez
volví, había un árbol grande y supe que era mío.
Y a pesar de los muchos años ya que voy
por huertas y sembrados, aún siento en mis alforjas la vibración temerosa de otra
semilla más que aún no brota, que necesita de otro tiempo, de otra tierra y de
otra agua. Me veo siendo joven y sembrando las semillas que a esa edad son las
posibles y me veo ahora, diferente, con muchísimo más andar en el cuerpo y hay
otras semillas nuevecitas que son de hoy y para ahora.
A veces se piensa que hay periodos
de semillas y otros de cosechas, que el uno es una parte y el segundo la otra,
que parece que los dos agotan una vida entera, cuando la verdad es que en
un año se repite ese proceso, pero cada vez es diferente, porque son otras
aguas, porque es distinta la tierra, las nubes, el sol, la cosecha es
diferente, a veces abundante y otras no.
De siembra en siembra veo que he ido por la vida permanentemente, mirarme siempre en los
graneros y depósitos internos para
descubrir que aún quedan semillas, descubrir maravillada que siempre
quedan, que mientras más adentro de la vida hay semillas nuevas, más
encanto, más misiones y misiones diferentes todas. Al principio fueron hechos
materiales, personas, fueron tareas, fueron obras que se ven a todas luces,
también fueron invisibles jardines de flores de colores, que alumbraron para
siempre el paisaje del alma, después fue la conciencia, y una conciencia cada
vez más pura, al grado de llegar a una conciencia que a cada
momento madura, se reconoce, y se reconoce nueva.
Y
resulta que ahora. Ahora todo es una
semilla nueva, que al revés de la rutina que prometía el futuro, se vino este
vendaval de cosas nuevas, y que ya no es necesario que la novedad sea gigante,
asombrosa y rutilante, que sólo basta cada día, cada instante y que cada trozo
pequeño de la vida sea esta obra mía, tuya, de mi responsabilidad completa, de
la tuya y de nuestra divinidad eterna.
Después no sé qué venga, no importa, habrá
siempre semillas, semillas de colores diferentes, semillas que brotan en el
aire y en el fuego, semillas que brotan en las manos y en el corazón de otro,
semillas que brotan después de larguísimos periodos, que algo que planté en
otras vidas, brota hoy y es aquí.
Así la vida en las semillas se hace, así
el trabajo de darse siempre cuenta, de conectarse cada vez más con la mente una,
para poder reconocer qué hay ahí, donde la luz no llega, entrar en
ese espacio sagrado con la conciencia como con una lámpara colgando de la mano y
descubrir un costal de un color único, que jamás supimos que estaba, abrirlo y
descubrir que tiene granos de semillas desconocidas, de vidas que aún esperan
su turno, sembrarlas, ir más adelante y hallar una vasija dorada con otras
semillas como polvo que siembran bosques fabulosos, y más adentro
encontrarse con un cántaro invisible que sólo vibra en la oscuridad más
intensa y que aguarda de tus manos para abrirse a la vida.
Amiga, compañera de esta
senda maravillosa y mágica, es tiempo de semillas éste, tiempo para ver que
puedes, y si se trata de obtener un manzana o de cosechar un par de alas, o de
tomar de entre tus ramas una obra o si se trata de acoger con ambas
palmas tu divina presencia, no sé, no sé qué quieras, qué, lo que
brote de tu alma, qué, lo que haga que tu cuerpo vibre ante una humedad que te
abrasa, pero esa semilla que hoy te llama es tuya y has de acogerla entre tu
tierra, prodigarle tu abono, es tu obra, eres tú
tu obra, tú te has hecho a cada instante, tú te haces momento tras momento, si
alguna vez te han hecho, si alguna vez te ha modelado alguien, sólo fue un
aporte, es tuya la obra de tu vida, has conciencia y apórtate a ti misma y a ti
mismo lo que aún falta, porque la
novedad no acaba, porque cuando el otoño arroje por la tierra todo el verde de
tus ramas, vendrá la primavera nuevamente y vendrá otra vez, otra cosecha.
Que esta Onda Encantada de la Semilla Amarilla sea la
gracia singular del universo que pueda despertar lo que te haga falta,
cuenta con que aquello que te pertenece es todo tuyo y para hacerlo florecer
eres tú la semilla, eres tú la tierra, eres el agua, el sol, todo lo que hace
falta para brotar de nuevo, y que te pasará ahora y te pasará mañana y pasado
mañana, hasta un día descubrir que es para siempre, que para siempre eres la
sembradora, el sembrador de tu propia vida y que aunque vengan las tormentas,
los arrebatos diarios, una manada de animales, que aunque venga lo que venga
todo son semillas que traen holográfica tu esencia, para hacerla cada vez más
grande.
Mensaje de Nancy San
Miguel. Adaptado por Liliana posso.namaste.