miércoles, 22 de mayo de 2019

Los noticieros

MARIO VARGAS LLOSA Y LA CIVILIZACIÓN DEL ESPECTÁCULO

En el mundo actual la realidad ha venido perdiendo terreno. La complejidad del mundo no tiene cabida en los medios masivos de comunicación. Los matices, mucho menos. La indignación y el entretenimiento parecen ser la fórmula de las noticias de televisión (y de sus ecos en las redes sociales). Las noticias en televisión son una de las manifestaciones más evidentes de la civilización del espectáculo.
Los noticieros se han convertido en versiones audiovisuales de los tabloides. Los noticieros, en palabras de Mario Vargas Llosa, legitiman “lo que antes se refugiaba en un periodismo marginal y casi clandestino: el escándalo, la infidencia, el chisme, la violación de la privacidad, cuando no –en los casos peores– el libelo, la calumnia y el infundio”. Todo parece construido para saciar nuestra curiosidad perversa, nuestro apetito de escándalos. Esa carga de negatividad nos va convirtiendo en “espectadores sin memoria”. El escándalo de hoy reemplaza al de ayer. Los noticieros prometen la novedad, pero entregan la rutina.
El formato es siempre el mismo. La música apocalíptica de la apertura presagia que algo extraordinario ha ocurrido. Pero la verdad es otra, casi nunca pasa nada. Las noticias son las mismas día tras día, un inventario de la miseria humana: asesinatos, violaciones, robos, actos de corrupción, etc.  Poco a poco, los noticieros van entorpeciendo nuestro entendimiento del mundo. Las noticias se ocupan del estruendo, el escándalo y la tragedia individual. Pero el cambio social es gradual, parsimonioso, acumulativo y, por lo tanto, invisible. No suscita titulares. No genera emociones. No vende.
Los noticieros no solo invisibilizan el cambio social. Generan también otra idea equivocada: una sobrevaloración de la política, de las leyes y de los pronunciamientos de congresistas, jefes de organismos de control, presidentes y ministros. Las leyes no cambian el mundo. Algunas veces son más una forma de evasión que un instrumento para la solución de los problemas. La política se caracteriza por la máxima grandilocuencia y la mínima eficacia. Los noticieros amplifican la farsa. De eso se trata la civilización del espectáculo.

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