lunes, 24 de marzo de 2014

El milagro del Yoga y la relajación consciente en prisión
El poder transformador del Yoga no se limita a las clases. Surge allí donde se practique, incluso en las condiciones menos favorables, para asombro incluso de quienes lo conocen bien. Es la esencia del Yoga.

Es miércoles, 5 a.m.…y las fuerzas flaquean. El martes ha sido intenso, 5 sesiones de yoga, sobrepasando mis limites, teniendo en cuenta mis 54 años. El cuerpo pide cama y el espíritu silencio. Afuera hace frío, no llega aun  el sol… Todo llama a quedarse quieta… Los y las internas esperan… Salgo con Samuel, mona, mecato y zángano a dar la vuelta de rutina diaria. Me voy  hasta la ducha… siento el fuego ardiente, la fuerza  de la disciplina, y la certeza  que me lleva a lo que busco. Termino de arreglarme, desenredo las cadenas del garaje y salgo con  el pichirilo rumbo a la casa de La Tati, con quien me iré a la cárcel en Jamundi.
En el camino hacia la cárcel, nos topamos con Don Luis y sus vacas. Le encargamos la leche para de vuelta recogerla y hacer nuestro queso casero semanal. Le grito desde lejos: don Luis….déjele mas lechita al ternero!!!!
Llego al centro penitenciario, tropiezo con la “burocracia” y las dificultades de seguridad propias  para entrar, para congregar a los alumnos, para comenzar a tiempo… Me centro en la respiración para comprender y evitar discutir.
El discurso mental me invita a dejar esta actividad que cuesta tanto energéticamente mantener, y dejar de luchar con los Dragoniantes, los cuales tiene poco o nada de interés y no facilitan la labor de sacar a los internos de los patios.
 Solo cuando me topo con los ojos de los primeros internos, de las mujeres con su sabana y veo su alegría, su mano extendida, su ansiedad por salir y recibirme, me empuja desde el corazón y me empuja a seguir, a vencer los obstáculos. Lo consigo, una vez más…
Las alumnas acuden: ¡¡¡Sorpresa!!!! Hoy son todas nuevas. La clase preparada no sirve… Comienzan las dudas… Observo a las participantes para buscar la mejor adaptación posible. Una de ellas es italiana, le pregunto a Ana Fausti. Que haces aquí? Me contesta con su lechera en la boca: mi maleta salió positiva! Y punto.  los ojos le brillan y sonríe. La otra alumna está muy agitada, tiene una piyama  hermosa de satín. Otra mas joven se me acerca y me dice si algunos de estos movimientos sirven para el sexo. Yo le contesto que claro, y ella alegremente se incorpora al grupo. Son más o menos 40 alumnas.

Fluye la armonía
Me parece difícil ajustar algo que pueda captar sus mentes dispersas y no sé si seré capaz de construir frases comunes con un lenguaje extremadamente simple. La confianza en el Yoga es mi único sustento.  Comenzamos la  clase de pie, movimientos simples asociados a la respiración, mantener la presencia en la acción, en el instante, eliminar todo lo accesorio…
Estiramos brazos y piernas y comenzamos posturas dinámicas y sostenidas como la montaña, la pinza y el estiramiento de la columna en  4 apoyos.  Observación del resultado… Alargar espiración… Han pasado 10 minutos. Todas las fluctuaciones mentales  se han detenido, las caras se han relajado, fluye una armonía
Entre todas, se desparrama: ¡el milagro del Yoga!  Estoy asistiendo en primera fila a ver un milagro de transformación a través de esta práctica oriental milenaria. Dirigida  a la esencia del ser humano, veo como las clases sociales, la cultura, las ataduras superficiales, no suponen un obstáculo para el avance. Esas grandes murallas que se elevan en la vida ordinaria que hemos creado y que  incluso producen crisis y guerras, se desvanecen como sombras cuando nos dirigimos a la esencia, a la diana a la que apunta el Yoga.
Sigo la clase con gran emoción. Al terminar, las alumnas sonríen, me rodean y de forma espontánea dicen: “¡Que bueno es esto!, ¡qué energía seño!”, cuando vuelve?
Esto es solo una pequeña narración  de lo que verdaderamente ocurre  con uno de los  grupos de Yoga en  la Prisión de Jamundi.  Cada 8 días asisto a presenciar un milagro desde un palco de primera. Me doy cuenta  cómo caen los  preconceptos y me aferro cada vez más al Yoga como la esencia de la transformación que da lugar a un nuevo sentir, formado por seres humanos donde las crisis serán siempre oportunidades.
Salgo de ese lugar rebosante de energía, de alegría, con lagrimas de  gozo y plenitud.

Liliana Posso.

No hay comentarios:

LA VUELTA A CASA: EL REGRESO A SÍ MISMA ¿Qué es el ansia de hogar? Es el instinto de volver, de ir al lugar recordado. Es la capacidad de en...