sábado, 1 de marzo de 2014

“Tengo más gente que me odia que  la que me quiere”
A los cuatro años dormía con una chiva. Fue criada en una familia caleñísima, la Zamorano, con un instinto cazador, que en ella se revirtió en una sensibilidad absoluta por la defensa de los animales. Tanto, que es incapaz de comer carne y le aterra ver gente a su lado “que se sirve el pedazo del cuerpo de un animal en un plato”. ¿Ponerse zapatos de cuero? Imposible. Tanto como tener en su casa sillas de cuero o un bolso y menos de culebra, porque además le resultan “espantosos”.
Liliana Ossa Zamorano, la directora de la Fundación Paz Animal, es un referente de la ciudad. No solo por su defensa de los animales, sino porque fue profesora durante 30 años y hay una generación enorme de caleños que pasó por sus clases. Filósofa de mente abierta e incrédula de cualquier religión, porque “como dijo Marx, la religión es el opio del pueblo y porque muchas fiestas religiosas se realizan en torno a la matanza de un animal” .
Crítica del concepto colombiano de cultura y de la “España macabra, porque de ella heredamos la religión, las corridas de toros y los reinados”.
Prefiere los animales no humanos que a muchos animales humanos. Vive con sus cuatro perros: León María Lozano, la Señorita Laura, Pirueto y Olivia, una pitbull violada. Y en su oficina la acompaña Mega astro, un criollito (en la foto) al que le falta una pata.
Contradictora de las políticas municipales, sin pelos en la lengua y tan insolente como para llamar al secretario de Tránsito, Alberto Hadad “churro endiosado”. De su labor, de sus protestas y sus luchas, Liliana habló con El País, como mejor sabe hacerlo: con radical sinceridad.

Usted ha sido crítica del plan de adopción de los caballos carretilleros. ¿Por qué no cree en esta iniciativa?

Porque la ley debe cumplirse, no solo por los ciudadanos si no por quienes representan a la ciudad, en ese caso la Administración. Y el decreto legislativo 0178, que ordena la sustitución de los caballos, que nosotros llamamos vehículos de tracción a sangre, debió haberse cumplido el 31 de enero de 2013 y en ciudades que no eran capitales de categoría 1 y 2 ya han salido los caballos. Soy crítica porque aquí no cumplen la ley.

Pero ya habiendo incumplido el plazo algo hay que hacer. ¿Qué propone?

Yo leí que la Alcaldía de Cali tenía un vínculo con la Universidad del Valle. Pienso que ese campus podría albergar a los caballos que van saliendo y allí mismo, con todo el conocimiento que tienen los especialistas de la universidad, ir entregando los caballos a los adoptantes, con presencia de organizaciones de derechos de los animales, una vez cumplan los requisitos que se exigen, para que el caballo quede en buenas manos.

Hay quienes creen que usted se opone porque se quiere quedar con los caballos...

No recibiría ninguno, porque no tengo cómo sostenerlos. La fundación tiene en su albergue 60 y pico de caballos que han sido inmovilizados por la Policía. ¿Para qué me voy a querer quedar con los caballos? En Palmira le dieron un contrato de $75 millones a una organización que es muy joven y me llamaron para que les recibiera 17 caballos y les dije que no. Esto para decir que no nos interesa tener un caballo más en el albergue. Allá hemos recibido caballos decomisados, desde 1996, cuando la Dirección de Estupefacientes nos entregó más de 80, porque somos una fundación respetable.

¿Cuántos caballos maltratados ha recibido recientemente?

El año pasado recibimos 80. Los llevamos al albergue, donde tienen 17 hectáreas para moverse. Muchos llegan y se mueren por desnutrición, anemia y hasta por daño sicológico. Otros no soportan la naturaleza, el silencio. Llegan caballos que ni siquiera se pueden mover. Eso no lo conoce el Alcalde Guerrero ni el ‘churro’ de Hadad.

¿Y luego de la cabalgata, llegan más?

La cabalgata ha sido un desastre toda la vida. Cuando empezó era diferente, montaban las familias dedicadas a la hípica, pero de pronto los que eran pobres y se volvieron ricos a través del narcotráfico avasallaron esta actividad y por eso pasan las cosas que pasan.

¿Por qué cree que Cali se resiste a acabar la cabalgata, sabiendo de sobra que funciona tan mal?

Porque aquí no hay educación. Esta es una ciudad donde prima la vulgaridad y no lo académico.

¿Usted cree que a esta administración le ha faltado conciencia animal?

A todas las administraciones. Si no, no existiríamos nosotros. Si ellos cumplieran con sus obligaciones legales nosotros estaríamos descansando en una hamaca bien rico. La Policía, a la que hago un reconocimiento, inmoviliza un caballo y ¿a dónde lo lleva?
Un perro no lo reciben en zoonosis, porque de inmediato tendrían que hacerle la eutanasia. ¡Es que más recursos tenemos nosotros! La Administración en lugar de vernos como enemigos debería vernos como aliados.

Pero ha hecho curso el rumor de que en Paz Animal a los animales que llevan les aplican la eutanasia...

Eso salió como un chisme, porque cuando empezamos en los 90 teníamos que recoger en las calles hasta 600 animales al mes y teníamos que practicar un alto número de eutanasias. Obviamente hacemos eutanasias, pero las necesarias, para que el animal no sufra. La gente no entiende eso porque lo traslada al campo religioso. ¡Cómo vamos a estar matando animales porque sí! Para eso tendríamos una carnicería.

En su sentir ¿cuál es el principal problema ambiental de Cali?

La falta de educación y la inoperancia de los organismos de control. Nadie sabe a ciencia cierta para qué sirve el Dagma. Al fin ¿quién se encarga de la venta de cachorros que se hace afuera de los centros comerciales? Yo creo que hasta el Secretario de Gobierno, que debe ir mucho a Chipichape, los habrá visto. La gente compra esos cachorros y muchos se mueren al otro día. En Cali no se ejerce la autoridad ambiental.

¿Les siguen llevando muchos animales de compañía a la fundación?

Nos llevan semanalmente 12 perros y gatos al albergue. Hay una frase preestablecida de la gente: “no lo puedo tener”, cuando quieren salir de sus animales de compañía. Antes había más perros callejeros porque no existíamos. En zoonosis a los perros los mojaban y les ponían un electrodo y los mataban. Una vez saqué de allá un perro al que se lo estaban comiendo las hormigas.

¿La ha mordido un perro?

Me mordió Lola, mi perra, en la pierna, al separarla de una perra cieguita que yo tenía. ¿Dónde me deja esta del brazo? Me la hizo una yegüita de ‘Chupeta’, de las que nos dio Estupefacientes. Me subí ‘a pelo’, porque no me siento en nada de cuero, y cuando me fui a bajar quedé enredada en ella.

¿Por qué cree que se siguen registrando casos lamentables con perros de raza especial, como el del pitbull que mató en enero a un niño?

Un perro pitbull no es agresivo, lo vuelven así. Yo tengo una pequeñita, que es muy brava, porque la violó un hombre. Me demoré en sacarla del habitáculo seis horas para que me aceptara.
A la perra del caso del niño de Puerto Tejada le pusimos Estoica por su valor. Llegó tiritando de miedo, con las defensas bajísimas, con anemia. Nunca la vacunaron. Había sido maltratada. Espero ver a los tenedores de esa perra en la cárcel, así como el Icbf castiga a los padres que maltratan a los hijos.

¿Y a qué le atribuye la repetida historia de gatos que amanecen envenenados en algún barrio de la ciudad?

Porque los han estigmatizado. Los gatos son muy mágicos, ellos te quieren si perciben esa energía de tu parte. Pero por ejemplo, en mi vecindario tengo una señora que los detesta y le hacen de todo. Yo les quito un vidrio de mi casa para que ellos entren, se acuesten y coman. A mí no me han hecho nada y entran 20 al día. Pero a ella le hacen ‘popó’ en su casa porque los odia.

¿Es consciente de que en Cali algunos reconocen y elogian su labor, pero otros la tildan de loca?

Que me traten de loca no me molesta, porque la locura es la lucidez más grande de un sujeto. Me gusta porque también da señas de que tengo buen humor. Soy consciente de que tengo más gente que me odia y menos gente que me quiere. Fíjese que una señora muy principal de aquí, del Partido Conservador y que fue congresista, no me volvió a hablar que porque yo pretendía que la gente no fuera a las corridas. Como si ese no fuera el pensamiento de un gran colectivo. Un día la fui a saludar como una estúpida “ve, fulanita” y no me respondió.

¿Pese a tantas críticas está satisfecha con lo que hace?

Qué contenta voy a estar. Quién va a querer ver la miseria en esta magnitud. Yo vivo muy triste. Uno tiene momentos en que se ríe, pero hay otros en que la rabia te brota, porque este es un trabajo que nadie quiere, pero alguien tiene que hacerlo.

¿Ha pensado en retirarse? ¿Cómo imagina su despedida?

Uno de mis estudiantes del bachillerato es director de la junta y le voy a proponer que me mande a descansar, porque soy ‘la zoyla’ de Paz Animal. Les pedí que cuando muera me echen en una chuspa y que a mis animales que me sobrevivan les apliquen la eutanasia y nos entierren en el cementerio del albergue.

¿Si usted fuera autoridad ambiental en Cali, qué haría con los animales?

Todos los parques estarían llenos de ardillas, de iguanas, de niños, de perros, de gatos de todos los animales urbanos. Que fueran unos verdaderos sitios de descanso. A veces no entiendo cómo hay mamás que matan la ratica delante de su niñito y por otro lado invitan a la fiesta del muchachito con una tarjeta de un ratoncito con gorrito. Esas son cosas del imaginario colectivo que no tienen lógica.

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