jueves, 4 de septiembre de 2014

Comentarios sobre la practica del yoga. Lula Cañas, España.




Una buena práctica de hatha yoga puede tener mucha trascendencia y espiritualidad, dependiendo de cómo se aborde  la practica. Enfatizar con la motivación y energía de cada alumno y ayudarle sin intervenir en su propio ritmo y forma de afrontar la enseñanza, dando por hecho que esta le llegará cuando esté preparada para recibirla.
No se puede imponer algo que uno no siente como una verdad absoluta,
Había un maestro que decía que pretender que el hatha yoga solo beneficie a nivel de salud física o psicosomática es dejar a este yoga a un nivel muy precario, porque el hatha yoga nos puede llevar a la vivencia de samadhi, a un desarrollo evolutivo pleno de la persona. 
¿Cuáles son las claves para que ese trabajo de hatha yoga o yoga corporal sea profundo en una sesión?
Contemplar a la persona de forma holística. Por más que trabaje muy bien el cuerpo, éste está en relación con los estados internos, los estados anímicos. La mente influye en nuestra manera de sentirnos, en cómo  entramos a la postura , cómo la vivimos , cómo salimos de ella; como interactua la respiracion estando en ella. Hay una interrelación cuerpo-mente que es indivisible y a su vez la respiración y los órganos estan unidos.
A nivel individual es más sencillo que a nivel de grupo. Un profesor tiene que saber pero no tiene que demostrar con palabras que sabe sino mostrar lo que es el yoga al hacerlo, no al decirlo. Si en las clases se crea un ambiente de interiorización, un ambiente que apacigüe la mente, si ofreces unas bhavanas (objetos de concentración que pueden ser físicos, mantras, respiratorios, sensaciones…) para que la mente esté concentrada y se mantengan en el aquí y en el ahora, la sesión puede tener connotaciones muy físicas o muy trascendentes que puedes adaptar a nivel de grupo o a nivel individual, convirtiendo una sesión en una experiencia muy enriquecedora.
Háblanos, por favor, de tu apertura a otras enseñanzas, como el budismo tibetano y de aquel a quien consideras tu maestro.
Cuando empecé en el yoga, el budismo era para mí una religión y yo en ese entonces me consideraba agnóstica. Creo que el yoga me llevó de la mano al budismo. Tras un divorcio, quise reflexionar, necesitaba recogerme para entender hacia dónde quería ir. No tenía dinero y me hablaron del templo tibetano de las Alpujarras en el que puedes acudir aportando tu trabajo. Fue en el 88 y desde entonces no se ha roto la relación; he explorado en otras líneas pero esta es la mía. Es un budismo bastante complejo y esto me ha llevado a tener dudas, pero he tenido la gran suerte de encontrar un gran maestro que me enseña tanto sobre la práctica espiritual concreta como de la práctica de vida; es un ejemplo vivo de forma de vida y de relacionarse con el prójimo.
¿Cómo se puede integrar a la vida moderna una práctica espiritual tan profunda viviendo en la gran ciudad?
Si no hay una práctica, no puede haber integración, y me refiero a cualquier tipo de práctica aunque sea pequeña, muy breve, a tu manera; no necesita ser una práctica tradicional. Pero sin esta práctica constante no hay sostén, desde mi experiencia. Hoy en día la vida que vivimos en la sociedad actual y en una gran ciudad necesita pararse. Y creo que es el motivo por el cual actualmente han aflorado practicas muy asequibles a la vida cotidiana, porque realmente necesitamos un soporte para entendernos mejor en la relaciones, para tener menos crisis interiores, para confrontarnos menos con el prójimo, para que no nos desborde la actividad excesiva que hay en una gran ciudad.
La práctica es imprescindible, aunque sea de cinco minutos, aunque sea muy sencilla y se realice en el autobús, como extremo. Una práctica que te lleve a conectar con tu esencia interior, que para mí es una actitud de respeto, de amor de calidad. En una sociedad en la que estamos continuamente interrelacionándonos, si no tenemos la capacidad de mirar al prójimo con una cierta calidad y calidez interior, las relaciones se vuelven muy difíciles, muy conflictivas, y eso nos dificulta la vida con los demás y con nosotros mismos, crea mucha intranquilidad y mucho dolor. Para mí el objeto de la practica es sobre todo para podernos relacionar mejor.
De lo que haces actualmente, ¿que te gustaría compartir con nosotros?, ¿que te enriquece y qué nos puede enriquecer a los que te estamos leyendo?
La fuente de la que diariamente bebo son mis alumnos, mi relación con ellos, el día a día con ellos. Esto es un gran estímulo para la superación y la entrega. Además, mi camino en el budismo con mi maestro es un pilar importante. Pero hoy en día lo que me resulta muy enriquecedor es participar en un proyecto en el que imparto clases de yoga en una prisión para mujeres, y esto me está resultando un trampolín de evolución.
Cuando das clases a un colectivo excluido socialmente, ¿qué les aporta está práctica a esas personas y al profesor que la imparte?
Cada vez que acudo a la prisión mantengo una entrevista con una alumna, y esto es muy hermoso. Me doy cuenta de que lo que encuentran en el yoga es un modo diferente de sentirse a sí mismas. Que a través de la práctica pueden descubrir una personalidad que desconocen, y esto les motiva e impulsa al cambio. Una de las chicas que tuvimos en clase y a la que le han dado la libertad nos dijo que nunca olvidará a las personas que influyeron en que se diera cuenta del camino de salida.
Para el profesor es tanto, tanto, tanto lo que recibe que no hay palabras ni horas para describirlo. Es un toque de corazón, un toque de consciencia. Sobre todo cuando hay una verdadera intención de abrirte a estas personas, porque es tanto lo que necesitan que con poquito que les des su entrega es total. Es cierto que del número de reclusas que hay, el tanto por ciento que vienen a clase es muy poco, pero de las que vienen el agradecimiento es tal que te saltan las lágrimas.
¿Aconsejarías esta práctica de servicio dentro de una formación seria de profesores de yoga?
Totalmente; para mí el yogui es un servidor. La evolución en el ser humano nos lleva a tomar conciencia de todo lo que hemos recibido. Cuando esto sucede, es tal la gratitud que nace la responsabilidad y el deseo de compromiso. Es algo que mana del corazón, porque uno se siente tan lleno por todo lo recibido que, al ver la necesidad que hay fuera, brota el deseo de ponerte al servicio. Yo creo que ese es un verdadero yogui: un ser que se da cuenta de lo que ha recibido y quiere ponerse al servicio de la sociedad para colaborar en el impulso de desarrollo de la humanidad, y una de las mejores maneras de impulsar este desarrollo es de que haya experiencias a nivel social que puedan favorecer esta trasformación y sobre todo en las personas más desamparadas, más perdidas.
Entrevista de Isabel Ward, fundadora y directora del centro Yoga Anandamaya,

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