lunes, 5 de septiembre de 2016

la planta sin nombre

La planta sin nombre

Ayer no fue mi mejor día. Y eso que me estaba sucediendo (nada nuevo por cierto), lo explicaba magistralmente Santa Teresa de Jesús: “Lo malo es cuando me quedo sola en medio de tanta hostilidad.” 

Y es que esa hostilidad, en ocasiones, azota con demasiada ira mi mente todavía engañada, ademas hiere mi corazón voluble y aunque no es ni será capaz de apartarme de este camino de Liberación, sí que consigue empañar mi gozo y menguar mi energía.
Pues bien, estando en esas amarguras, me puse a regar las plantas del patio. Todo mi jardín se reduce a diez macetas de la misma variedad que repoblé con esquejes de otras tantas que tengo en Valencia. Éstas, a su vez, provienen de un solo y diminuto esqueje, bueno más bien de una varita insignificante, que cogí de un seto próximo a casa. De esto hace ya bastantes años.
Nunca he sabido cómo se llama esa maravilla de la naturaleza cuyas flores son de un color  intenso y brillante, que se multiplica allí donde la lleves y que sobrevive casi sin agua, sean cuales sean las condiciones del medio donde le toca vivir.
No importa que hiele en el invierno o que un sol abrasador arrase con todo, porque la planta irreductible aguanta siempre enhiesta y firme, sana, fértil. Nunca he visto marchitarse a ninguna de ellas y cuando crecen demasiado y he de podarlas, regalo esos nuevos esquejes a mi gente querida, y sus macetas y sus jardineras se vuelven a llenar de la tenaz planta sin nombre.
Y ayer, fue la planta sin nombre la que me habló, la que llamó mi atención, la que empapándose del agua generosa que salía de la manguera, me sacó del umbral oscuro en el que me hallaba casi dándome un tirón de orejas.
Ella se convirtió ayer en mi ejemplo, enseñándome que, si tantos años está conviviendo conmigo y no ha habido un solo día que haya sucumbido a pesar de los hielos que la han aterido, a pesar de la falta de agua en mis ausencias o del sol abrasador de las tardes de verano, no ha sido solamente por la genética de su especie.
La planta sin nombre ha pasado media vida conmigo sin derrumbarse, sin titubear, sin un desaliento en su verde corazón para enseñarme que ya no debe haber agravio que me marchite, ni discordia que acabe con mi aliento, ni guerra ni batalla que me venza.
Ayer me di cuenta de que la planta anónima, la planta sabia, la insumisa, la invencible, llegó a mi vida  solo para revelarme en esa tarde que yo, como ella, intento aprender a mantenerme firme, alzada como sus tallos, vertical, hacia arriba, creciendo en la Verdad, brillando en la infinitud, sean cuales sean las hostilidades…
Escribe: Maitreyi Muñoz. España. OM shanti Om

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