viernes, 6 de enero de 2017

el estado sublime

Seré capaz y recta en mi conducta,
directa y amable al hablar,
humilde y sin presunciones,
contenta y fácilmente satisfecha,
con pocas preocupaciones, 
y frugal en mis costumbres.

En paz, con calma, sabiduría y destreza,
sin orgullo ni exigencias,
nunca haré la menor cosa
que el origen o la fuente me deban reprochar.

Alegres y seguros,
que todos los seres vivan tranquilos.

Que todos los seres sin excepción
—sean débiles o fuertes,
grandes, poderosos, medianos, pequeños,
visibles e invisibles, cercanos y distantes,
nacidos y por nacer—
¡que todos vivan tranquilos!

No engañaré a nadie,
o le despreciaré por su condición.

No desearé el mal para nadie
con ira ni malicia.

Así como una madre protege con su vida
a su hijo, su único hijo,
con un corazón inmenso
amaré a todos los seres vivientes.

Irradiaré bondad al mundo entero
hacia arriba hasta los cielos,
y hacia abajo hasta las profundidades,
hacia fuera y sin límites,
libre de odio y animosidad.

Parada, caminando, sentada o acostada,
sin cansancio,
recordaré esta instrucción.

Éste es el estado sublime.


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