Cuando desfallece el día y la oscuridad se cierne
sobre todas las cosas, es cuando más siento la importancia
de mis manos, pájaros de alabastro descubriendo tactos
para mis sentidos. Yo las amo y les digo que me lleven
y traigan por todo el universo que concentran sus palmas,
que recogen sus dedos, y me abran caminos de fulgores
intensos o de luces chiquitas; a su antojo lo dejo.
Atolondran la mente como un rayo en el cielo
con tan solo posarse en la piel del amor.
Son susurros al viento si la música suena.
Son campanas de adiós si la muerte se acerca.
Son un cosmos las manos donde el alma es viajera.
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